Quedan apenas dos días para que se acabe el mes de agosto y aunque todavía queda verano por delante, las vacaciones llegan a su fin. El macho alfa ya ha vuelto al tajo y a mí me quedan dos telediarios. Vuelvo al blog con más ganas que nunca [he tenido un poco de mono, la verdad] y con muchas cosas que explicar.
Este verano ha sido mi primer verano slow en muuuucho tiempo y no sólo desde que nacieron los gorilas. Y es que siempre he aprovechado el mes de vacaciones para viajar, patear ciudades y siempre he vuelto más cansada que al empezarlas [pero sarna con gusto no pica oye]. Pero este verano hemos decidido quedarnos cerquita y con un plan de lo más sedentario: de la playa a la piscina y de la piscina a la playa.
Y así ha sido y cómo lo hemos disfrutado. Incluso el macho alfa que odia la arena, se hizo con una silla dominguera para la playa y una sombrilla y a apechugar. Los gorilas han estado a remojo todo el mes y han demostrado ser unos excelentes nadadores y que los manguitos nos los pongamos nosotros así que de quedarnos mirando desde el césped de la piscina cómo nuestros retoños se zambullían, nada de nada. Al pie del cañón. Eso sí, a veces nos lo turnábamos y hasta me leído un par de libros estirada en el césped [y eso que cuando los metí en a maleta pensaba que estaba siendo demasiado optimista].
Antes de empezar las vacaciones ya os expliqué mis objetivos para cumplir mi verano slow [aquí podéis leer el post cinco cosas que quiero hacer este verano] y me doy más que por satisfecha.
No uno sino varios días la puesta de sol nos pilló en la playa, incluso en el agua, y lo hemos disfrutado de lo lindo aunque seguimos sin ver el rayo verde de Verne 😉 .
Mi propósito de hacer fotos acuáticas lo he cumplido con creces. Otra cosa es que las fotos salgan bien. Por cada cien zambullidas, una foto pasable pero la gorila A que no para de bucear con sus gafas de piscina ha posado para mí lo indecible, la pobre.
Después de tres años sin pisarlas, hemos vuelto a las fiestas de Gràcia y aunque las calles decoradas están increíblemente masificadas, los paseos matutinos nos han permitido disfrutarlas más tranquilamente [en breve os lo explico en un post].
Y sí, he vuelto a ser la novia del macho alfa. Los abuelos se quedaron a los gorilas una tarde-noche y aprovechamos para ir a un spa [que me había regalado hacía más de un año el macho alfa], un cine [no os perdáis la última de Jason Bourne, sí, ya os expliqué que para mí se acabó el cine iraní en versión original] y cenita en un mexicano.
Pero lo mejor de todo es que hemos vuelto a ser novios también en familia. El hecho de pasar 24 horas al día juntos sin estreses, sin haz las maletas que hoy dormimos no sé donde, si queremos ver ese pueblo tenemos que irnos ya… nos ha permitido [a los cuatro] estar relajados, hablar, explicarnos un montón de cosas.
Los gorilas se están haciendo mayores y se nota y me alegro de haber podido parar a mirarlos, a acompañarlos, a ver cómo cada vez se hacen más amigos [pese a las peleas que las hay].
No ha sido un verano perfecto, no os voy a engañar, ha habido enfados, rabietas y algún que otro grito pero creo que podríamos estar hablando del mejor verano de mi vida.
Esta semana me pongo las pilas, con el trabajo, la vuelta al cole, la rutina y también con el blog. Tengo muchas nuevas rutas, primeras veces, cuentos y más cosas que explicaros. Espero que os gusten.
¿Y vosotros? ¿Estáis también de vuelta? Espero que hayáis disfrutado de vuestras vacaciones los que las hayáis tenido y ¡nos vemos por la blogoesfera!